martes, 28 de diciembre de 2010

El Baile.

Es domingo, los ojos, la mirada parecen más abiertos que nunca, mi respiro es más tranquilo que antes (hace tiempo que no despertaba con la garganta sin nudos, sin desaires).
Pipa (que en realidad es Aylin) me dice: -quiero bailar tío-yo la miro desconcertado, ¿a quién se le ocurre bailar a las 10 de la mañana en ropa interior y con un frío nada confortable?
Tal vez ella quiere una especie de baile para despertar, tal vez sólo quiere eso: despertar. Pienso en la posibilidad.
No sé porque pienso a veces más, que llevar a cabo el acto en sí, sin quitarnos la naturaleza del cuerpo de que pensar también representa un acto, pensar en bailar
o bailar pensando.
Una mañana de domingo en ropas menores con un ser que comparado con uno se tiene tres veces más de masa corporal, una distancia tal vez insoportable (no sé, depende del enfoque y el encuadre)
El baile se vuelve un sueño, un despertar, un darse cuenta y ponerse al tanto de la realidad, un respirar la atmósfera como sólo nos lo puede enseñar un niño. Hay que ver la realidad como la ve un niño, sobre todo en domingo al despertar con un deseo insuperable de bailar.
La música comienza: "qué lástima pero adiós, me despido de ti y me voy qué lástima me dolió, me despido de ti y me voy"(Julieta Venegas).

Pipa me dice: pero sigue el sonido de la trompeta grandota (en nuestro lenguaje la tuba, o mejor dicho, el sousafón). Entonces yo soy como una estatua: soy inmóvil, no se moverme, no ante una realidad de esta índole (necesito práctica y disciplina). Soy eso: una estatua. Ella: un ser que se va moviendo ante la estatua,
que se asimila a cada una de las facciones de la estatua, a cada rasgo y a cada inútil movimiento (sí lo hay) de este ente de mármol.
Ella dota de alas a la estatua, nunca había observado una inmovilidad tan volátil, tan encomendada al vuelo…aún ante la inmovilidad, esta leve pareja contenía formas de aire, de viento, de vuelo y ¡de baile! que le pertenecían sólo a ella (la pareja). Dentro de esa desproporción había una especie de balance contenido en las manos, en los brazos y en los pasos de baile.
"Qué lástima me dolió, me despido de ti y me voy, qué lástima pero adiós, me despido de ti y me voy"...

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